Con el cambio de siglo se pusieron en Asturias tres cosas de moda: los cachopos, los paseos del colesterol y los cotos sin muerte en tramos urbanos.
Lo del cachopo no sé muy bien a qué obedece. Yo me acuerdo de oírlo en casa y comer alguno ya siendo niño, así que los que dicen que es un invento de hace cuatro días pues creo que se equivocan un poco, si bien tampoco entiendo la efervescencia que se generó de repente alrededor de una milanesa rellena.
Lo de los paseos del colesterol, para el que no sepa a qué me refiero, que se fije en cualquier pueblo asturiano por el que discurra un río y verá como en una de las orillas, o en las dos, se hizo en su día un paseo para que los jubilados y los runners pudiesen ir a gastar zapatilla.
Lo de los cotos urbanos fue una efervescencia similar a la del cachopo. ¡Si hasta hicieron uno en mi pueblo!
Uno de los que más me gustaba estaba en Luarca. No era el que tenía más truchas, ni las más grandes, aunque alguna buena había, pero no sé por qué era el que más me gustaba ir a pescar.
Bueno, en realidad creo que sí sé por qué. Era un río ideal para ver los peces y poder pescar a ninfa a pez visto. En otros ríos con una tipología diferente no se me daba demasiado bien, pero en este río en concreto pescaba así de forma preferente. Casi me gustaba más pescarlo así que a seca.
Y hay veces que recuerdas jornadas de pesca y hay veces que recuerdas un único pez por lo especial que fue esa captura.
De este río recuerdo especialmente un pez, una ninfa y el material con el que estaba hecha. No sé por qué me dió un día por pescar allí con gammarus y me funcionaron de la leche, así que desde entonces siempre lo pescaba con una imitación de gammarus montada en anzuelo curvo con ice dubbing de Hareline en color tan en la parte trasera y delantera y color shrimp pink en el medio.
No me acuerdo bien como era aquello de que los gammarus se volvían rosados o anaranjados por la acción de unos parásitos o algo así. El caso es que siempre funcionaban bien con ese dubbing rosa de ice dubbing de Hareline, ya fuese haciéndolos completamente con ese material o poniendo un poco hacia la mitad del cuerpo.
Y volviendo a la trucha, era uno de esos peces que ves comiendo pegados al fondo y que les pasas la mosca por delante dos docenas de veces y no hace ni caso, así que vuelves a probar una y otra vez lanzando aguas arriba, lanzando desde un lado, desde el otro, aguas abajo... Cambiando el grosor del terminal, alargando el bajo, acortándolo... De todo.
Y de repente, en uno de los lances cuando el pez ya te ha aburrido a tí en lugar de haber aburrido tú al pez, abre la boca, clavas y pez a la sacadera.
¡Y no tienes ni puta idea de por qué!
Piensas que lo has hecho todo igual todas las veces, pero está claro que ha habido algo que no. Es la misma ninfa, y en algunos lances se apartaba de ella, pruebas con otras, vuelves a la primera, sigue sin hacerle caso, y cuando ya estás lanzando por lanzar, casi sin prestar atención, ahí tienes al pez.
Por cosas como ésta muchas veces pienso que lo mejor que podemos hacer mientras pescamos es no pensar demasiado. Cuando no piensas y lo haces mecánicamente, o por instinto, muchas veces los resultados son mejores que cuando te estás comiendo la cabeza.
Y otra cosa que pienso es que en su día mucho criticar los cotos sin muerte asturianos y mucho publicar artículos en revistas diciendo que eran un asco, pero al final allí iba todo el mundo. Los que escribían esos artículos casi eran de los que más iban.
Y además sirvieron para normalizar la pesca sin muerte, ponerla a la vista de todo el mundo, en una región donde todavía la mayoría de los pescadores son de esnuca y contenedor, porque si todavía las comiesen, sería algo, pero la mayoría acaban en la basura.