Peñacaída siempre había sido un coto. Y yo nunca lo había podido pescar, porque para el sorteo de salmón no me apuntaba nunca y en el sorteo de cotos para el reo, que se centraba básicamente en el mes de agosto, nunca se habían dado las circunstancias para poder coger un permiso.
Y tenía algún conocido que siempre hablaba maravillas de ese coto para pescar reos. Alguno que incluso venía específicamente desde otras provincias para pescar Peñacaída.
Los famosos eran El Tilo, Monejo y alguno más, pero a mí del que siempre me hablaban maravillas era de Peñacaída.
Y sin haberlo podido pescar nunca cuando fue coto, resulta que un año lo hicieron libre sin muerte.
Sobra decir que la primera oportunidad que tuve me fui para allá a hacer un sereno. Y como era día entre semana tuve suerte y solo había otro pescador que se posicionó en un pozo que había cerca del límite inferior y no se movió de allí en toda la tarde, así que quedaron a mi entera disposición unas corrientes que había por encima de ese pozo y luego dos tramos de aguas lentas que se formaban a la cola de otros dos pozos, y los pozos mismos.
El Cares tiene una cosa de particular que no sucede en demasiados ríos. Sí, hay otros ríos con aguas muy transparentes. En Asturias mismamente está el Dobra, que tiene las aguas tan transparentes como el Cares, pero lo que pasa en el Cares, a mí al menos, no me pasa en ningún otro río. Esa claridad del agua engaña muchísimo en lo que se refiere a la profundidad. Si conoces bien el río no hay tanto problema, pero para los que íbamos dos o tres veces al año, era muy habitual pensar que los reos no hacían ni caso a tus ninfas y la realidad es que los peces estaban mucho más abajo de lo que podría parecer mirando desde arriba.
También pasaba, debido a esto mismo, que si eras un poco optimista te podías meter al río pensando que no cubría tanto y de repente tener la cabeza debajo del agua porque había mucha más profundidad de la que habías calculado a ojo. Esto también me pasó un par de veces.
El caso es que saludado desde lejos el anónimo compañero de pesca que se quedó haciendo garita en el pozo de la parte de abajo, me metí a pescar en las corrientes, empezando a ninfa, que en esos años andaba yo envenenado con los perdigones y siempre tenía una docena de modelos pendientes de probar, y alguna truchita fue dando la cara para quitarme la presión de no hacer un bolo. Así que al llegar a la cola del primero de los dos pozos, ya me salí a la orilla, cambié el bajo de línea para preparar todo para pescar a seca, y a esperar a que comenzasen a cebarse.
Y primero alguna truchita y después algún reo ya decente comenzaron a moverse, así que lentamente al medio del río y a esperar. Pasa muchas veces en serenos de reos, porque lo he visto en un montón de pescadores, que el ansia nos puede y empezamos a lanzar mucho antes de lo que debiéramos hacerlo. A mí también me pasaba. Pero con el tiempo fui aprendiendo que es mucho más productivo quedarse completamente quieto en medio del río y esperar pacientemente a que los peces se vayan confiando, hasta que terminas por tener peces comiendo aguas abajo, aguas arriba, a los lados... Y algunos a tres o cuatro metros de tu posición. Así que es mucho mejor esperar y observar, y luego elegir un pez en concreto al que sepas que vas a poder presentarle la mosca bien y que la probabilidad de que se interese por ella sea más alta.
Otra cosa que aprendí con el tiempo es que para pescar serenos es mucho mejor utilizar moscas muy pequeñas. También durante años pesqué esos anocheceres veraniegos con moscas grandes en colores claros, bien visibles, pero aunque eso pueda parecer que nos beneficia, en realidad nos perjudica. La trucha es un magnífico depredador nocturno, y eso de que porque esté anocheciendo poner una mosca del 14 atada a un terminal del 0.16 puede que no siempre sea lo más adecuado.
Así que hace un montón de tiempo que los serenos a los reos los pesco con hormigas, caenis y cosas así. Total, ahora ya no veo ni las del 14, así que mejor pescar pensando en los peces que pensando en mí. Y siendo el Cares, no hay duda. Una hormiga negra y a correr.
Con la mosca elegida, la posición ganada y el pez elegido, llegó el momento del lance. Porque haciéndolo así aumentan las probabilidades de poder echarle la mosca a un buen pez, pero tiene la contrapartida de que normalmente solo tienes una oportunidad. Y a veces los astros están de tu parte y todo sale bien a la primera.
Este día se dió ese caso. Y un "glup" tremendo, de esos de pez grande que absorbe sin sacar siquiera el morro del agua, hace que el clavado sea casi automático y que el carrete empiece a vaciarse de línea. Ya he contado alguna vez que he pescado unas cuantas especies de agua dulce y agua salada con diferentes modalidades. No hay situación en la pesca que dispare más mi adrenalina que el momento posterior a clavar un reo de buen tamaño que en cuanto se siente clavado empieza una carrera loca en cualquier dirección. A veces aguas arriba, otras aguas abajo, otras de vienen directos hacia ti y no te da tiempo a recoger línea lo suficientemente rápido...
En esta ocasión me tocó uno de los que salen disparados aguas arriba. Y eso me vino bien porque había por lo menos 200 metros de río libre de obstáculos, así que mientras iba controlando un poco la carrera me fui acercando a la orilla para estar a menos profundidad y poder trabajar al pez un poco más cómodamente. Y lo de "trabajar" es otro arranque de optimismo de esos míos, porque lo que pasó básicamente es que se fue unos veinte metros aguas arriba mientras yo iba acercándome a la orilla, y a continuación lo volví a ver pasar por delante hasta irse otros veinte metros aguas abajo, hasta donde empezaban esas corrientes someras que había pescado a ninfa y en donde decidió que no le gustaba intentar escapar en tan poca profundidad, o algo así, y volvió a dar la vuelta.
Gestionar la línea en situaciones así para que no haya una pérdida total de tensión que permita al pez soltarse es algo complicado. En muchos casos es más una cuestión de suerte que de habilidad del pescador, y lo más normal es que la cosa acabe en derrota del pescador y victoria del pez. Pero ya digo que en este caso debía ser mi día de suerte porque después de un minuto o dos de carreras a lo loco para arriba y para abajo la cosa acabó con el pez quieto cabeceando en medio del pozo y a partir de ahí ya fue otro par de minutos o menos tenerlo metido en la sacadera.
Y éste ha sido el reo de mi vida.
No por pelea, que he sacado y perdido otros cuya pelea fue muchísimo más espectacular, sino por tamaño. No era un reo especialmente grande en lo que se refiere a la longitud, que andaría por los 50 o así, pero en lo que se refiere a perímetro, era sin ninguna duda el reo más gordo que he sacado jamás. Para sacarlo de la sacadera tuve que cogerlo con las dos manos, y yo tengo las manos bastante grandes.
Supongo que al final llegará un día en el que ya no tengamos salud o forma física para ir al río, y al final lo que nos quedará será esto, el recuerdo de algunos momentos concretos de disfrute máximo que nos ha brindado la pesca.