Mira, cuando estudias un instrumento musical, aparte de conocer la técnica y la teoría, se trata fundamentalmente de repetir hasta la extenuación ejercicios y más ejercicios para desarrollar la memoria muscular necesaria.
Y llega un día, muchas veces sin saber bien por qué, que aquel ejercicio que llevabas meses repitiendo sin un aparente avance, puedes hacerlo casi a cualquier velocidad y sin esfuerzo alguno.
En la pesca a mosca, alguna vez, me ha sucedido algo parecido.
Es cierto que no había dedicado cientos de horas a repetir y repetir como si fuese un ejercicio porque a mí lo que me gustaba más era pescar a mosca seca. Pero también es cierto que en cuanto se empezó a hablar de aquello de la "spanish nymphing" casi todas las salidas dedicaba un rato a ir haciendo pruebas.
Y los avances eran tan irregulares que no deberían casi ni poder considerarse avances. Hasta que de repente, un día, empiezas a sacar una trucha detrás de otra pescando así y sientes que ya le has cogido el tranquillo.
Con unos amigos navarros habíamos cogido cuatro permisos para Belmonte. Ellos no lo habían pescado nunca y yo conocía cada piedra del coto, así que ese día iba más de guía que a pescar.
Nos dividimos en dos y nos pusimos a pescar tranquilamente. La frase más repetida por los invitados era que esas truchas eran tan cabronas como las del Bidasoa. Mi frase más repetida era que no se preocupasen, que no era para tanto.
Los cuatro íbamos pescando a seca y alguna trucha iba saliendo. Estaba un día perfecto para pescar a mosca: cielo nublado, nada de viento, truchas puestas e incluso alguna cebada aquí y allá a cada rato. Hasta que de repente, hacia el mediodía, se abrió el cielo y empezó el diluvio universal.
Dos de los invitados decidieron buscar donde atecharse y los otros dos nos quedamos en el río, porque relámpagos no había, y mojarse cuando estás sacando peces y no hace frío, tampoco es para tanto.
El caso es que llovía de tal forma que ya pescar a seca se empezaba a complicar y decidí que era un buen momento para dedicarlo a practicar la pesca a ninfa. Y lloviendo así, en apenas 45 minutos el río empezó a coger un poco de color, así que decidí poner la ninfa que más usaba por aquellos años, hecha con Fly-Rite 34, pero con bola naranja, y otra de faisán.
Para el que conozca Belmonte, cuando me puse a pescar a ninfa, estaba en una pequeña poza que había unos diez o quince metros aguas abajo de donde estaba el surtidor. Allí el río tendrá cuatro o cinco metros de ancho y máximo medio metro de profundidad. Por el lado de la carretera había un muro y en la base de ese muro había una especie de cimentación que te permitía pescar toda la poza desde esa orilla sin que el agua te llegue más arriba de los tobillos.
El tema es que me imagino que se juntó un poco todo, como a veces sucede en la pesca, y en más o menos una hora que estuve pescando esa poza salía un pez casi a cada lance. De todos los tamaños. La mayoría pequeñitas o medianas como mucho, y alguna que rondaba los 40 centímetros.
Y una vez pescada la poza, me salté unos cien metros de río de corrientes de poca profundidad y me fui a pescar otra poza que formaba el río hacia la orilla contraria, justo aguas abajo del puente que cruza por el medio del pueblo más o menos. Casi a la altura de donde está ahora La Casa del Lobo.
Y a lo mejor no viene a cuento, pero casi en frente a La Casa del Lobo hay una panadería que es de los pocos sitios en los que puedes comprar una hogaza de pan de escanda. La escanda es una variedad de trigo muy antigua, que si no me falla la memoria fue la primera variedad de trigo que domesticó el hombre allá en los albores del Neolítico en el Creciente Fértil, y que a día de hoy únicamente se cultiva ya en algunas zonas de Asturias, en algunas zonas de La India y en pocos sitios más. Así que si queréis probar un pan único, que a mí es el que más me gusta de todos los que he probado, no dejéis pasar la oportunidad de comprar una hogaza de pan de escanda si pasáis por Belmonte de Miranda.
Y volviendo a la pesca, en la poza que está casi a la altura del puente, el resultado fue el mismo que en la poza anterior, una trucha a cada lance.
Luego fue parando de llover y ya la cosa se calmó bastante. Me imagino que lo que sucedería es que ante una tormenta veraniega tan fuerte y repentina, debió remover todo el lecho del río y la tierra seca de ambas orillas y eso contribuiría a poner al alcance de las truchas una buena cantidad de alimento que las hizo entrar en una actividad frenética.
El caso es que desde ese día me empecé a tomar en serio aquello del "spanish nymphing", y a partir de ese día pasó de ser algo a lo que recurría cuando la cosa a seca no se daba ni medio bien, a ser mi método principal de pesca durante muchos años.
Luego para cerrar el día salieron los feligreses en procesión y vimos al sacerdote procesionar bajo palio, que era algo que los cuatro allí presentes no habíamos visto casi desde nuestras respectivas infancias.