En el artículo de ayer hablaba de lo difícil que debe resultar para muchos de los que tienen una tienda de pesca ir saliendo adelante porque durante los últimos años hemos ido asistiendo a una exagerada subida de precios de determinadas marcas y productos que, me imagino, hacen que cada vez les cueste más poder colocar esos productos.
Cuando las líneas de gama alta made in USA costaban 50 o 60€ y las de gama media 30-40€ estoy casi seguro que el 99% de nosotros usábamos la Cortland 444, la SA Ultra 4, la Rio Windcutter o cualquiera similar en función de nuestros gustos y necesidades.
No merecía la pena hacer experimentos con líneas más baratas porque te podías llevar una sorpresa, y por ahorrar 20€ terminar teniendo que comprar la "buena", porque la barata te había salido mala.
No hace tanto había vadeadores de Gore-Tex por 300-400€, y hoy en día creo que ninguno baja de los 500€. No hablemos de los que cuestan 800, 900 o 1000€. En cambio, hace diez años no encontrabas en ninguna tienda de material de montaña una chaqueta de Gore-Tex por menos de 250€ y ahora se puede llegar a ver alguna por menos de 100€. Yo tengo una de Gore-Tex Paclite de una marca completamente reconocible que compré por 69€.
Digo esto porque si para un mismo material, las chaquetas de marcas de montaña cada vez son más baratas y los vadeadores o chaquetas de pesca cada vez son más caras, que no vengan con historias de que ha aumentado el coste de producción. No, queridos, nos las cobran cada vez más caras porque cuando ya ganaban mucho dinero se dieron cuenta de que podían ganar todavía mucho más.
E insisto, no hablo de las tiendas. Hablo de marcas, fabricantes y distribuidores.
Pero de todo esto ya hablé ayer y hoy quería darle un enfoque un poco distinto, ya que hay otra parte en la que las tiendas de pesca han jugado un papel muy importante y, al menos en mi caso, es también de agradecer.
Donde más he aprendido de pesca ha sido en las tiendas de pesca.
Primero en El Rubio, que cerró hace ya un montón de años y donde no recuerdo haber pagado en euros. Yo creo que la última vez que compré allí fue todavía en pesetas.
Allí podías coincidir con pescadores que sabían un montón y si ponías un poco la oreja te acababas enterando de un montón de cosas.
También en Ferrao, que no sé si sigue abierta. Y aunque fui menos que a El Rubio, también allí era posible enterarte de qué moscas funcionaban en tal río, cuál estaba bien de peces, en qué zona del Narcea te podías encontrar con buenas piñas de reos...
Los que vivíamos en Gijón, además, tuvimos la gran suerte de que años después podíamos ir a una tienda en la que podías pasar un rato de charla con Pablo y con Alejandro, donde no solo aprendías de pesca, sino también de materiales nuevos que casi nadie conocía, de montaje y fabricación de cañas, de lanzado... En mi caso que solamente pescaba en Asturias, Galicia y León aprendí también un montón de cosas sobre zonas de pesca a las que jamás había ido, de fuera de esas tres zonas, y que me sirvieron después cuando me mudé a Madrid y pude por fin ir conociendo tramos que para mí eran míticos y que no había pescado nunca antes o en los que había pescado solamente un día o dos, como en el Tormes, en Dulce, el Tajo o el Carrión.
Y más o menos por las mismas fechas llegó Rhodani también a Gijón con la primera tienda en la Avenida de Portugal y aquello ya fue otra pequeña revolución porque, por decir algo, yo no había estado nunca antes en una tienda en la que pudieses ver en el expositor todos los colores del catálogo del Flash Minnow o donde tuviesen en stock cantidad y variedad de cuellos de Whiting, saddles de Whiting, cuellos de Metz y también de Keough. Llegabas, le preguntabas a Raúl o a Fernando, les decías lo que necesitabas, te lo buscaban si no estaba expuesto y te ibas a casa feliz y además habiendo aprendido algo.
De hecho, a día de hoy, lo primero que hago siempre el día siguiente de llegar a Gijón es acercarme a Rhodani a comprar alguna cosa, a saludar a Manolo y a Juan y a decirles a donde tengo pensado ir de pesca para que me digan qué tal está la cosa. A veces pensarán que estoy loco porque un año igual pregunto qué tal anda la cosa de reos por el Cares, otro año por algún puerto en el que no haya mucha gente para el chipirón y otro si saben si han estado saliendo dentones por la zona de Soto de Luiña.
Me acuerdo que el año que hicieron el sin muerte aquel nuevo del Piloña, el año del Mundial creo que fue, llegué en agosto y les comenté que quería ir a ver qué tal estaba, a lo que Manolo puso cara de espanto y me contestó:
"Ni se te ocurra, tío. Ahora mismo corto de agua como va, posas allí un 0.09 y salen todos los peces escopetados. Si vas allí lo único que vas a hacer es sufrir". Fui igual, claro. Y él tenía razón. Mucho sufrimiento.
Como decía al principio, en las tiendas de pesca seguramente sea el lugar en el que más he aprendido de pesca.
A lo mejor es que he tenido suerte y siempre me he encontrado con tiendas en las que los que allí trabajaban no tenían problema en compartir lo que sabían, o una parte al menos, que para mí era más que de sobra, pero ya digo que en ningún otro lado he podido aprender tanto.
Hace como doce o trece años que vivo en Madrid y en ninguna tienda de aquí he encontrado nada parecido a lo que encontraba en Gijón. No se reduce solo a la pesca, claro. Como en cualquier gran ciudad aquí la gente mira fundamentalmente por su propio interés, lo que es en cierto modo natural, y no se puede comparar con las relaciones que se pueden establecer en un pueblo grande, que es lo que básicamente es Gijón, ni mucho menos con lo que es un pueblo pequeño, que es lo que básicamente es Vegadeo (por nombrar los tres sitios en los que he vivido durante más tiempo a lo largo de mi vida).
Ahora ya compramos online la mayoría de las cosas y cada vez estas interacciones con otros seres humanos van yendo a menos, lo que es una pena, porque si yo hago un pedido a través de mi teléfono o de mi ordenador, estoy comprando lo que necesito, pero no estoy aprendiendo nada.
Yo soy de los que está convencido de que algún día toda esta cosa digital terminará por estallar. O eso, o acabaremos todos completamente locos y entonces ya nada tendrá importancia. Mientras tanto, seguiré yendo a Rhodani cuando pueda ir a Gijón, ya que no hay nada como entrar a una tienda, un bar, o lo que sea, donde te saluden por el nombre, sepan ya lo que tomas habitualmente o estén dispuestos a echarte una mano dentro de lo posible