Numerosos pescadores, montadores, incluso muchos de afamado renombre, han dedicado gran parte de su tiempo a la ardua tarea de tratar de meterse dentro del cerebro de un pez.
Peor aun. Dentro de sus ojos.
Solo con que seas un poco realista podrás darte cuenta de que por mucho que estudiemos, investiguemos y propongamos las más locas o las más científicas teorías, la verdad, es que no vamos a poder meternos en el cerebro de un pez.
Tampoco en sus ojos.
Este es un ejercicio que más o menos todos hemos intentado hacer.
Admito que es divertido. Creo que es inútil.
En cambio, sí hay otro ejercicio que me parece mucho más interesante y que, desde luego, resulta mucho más productivo.
Se trata de la observación.
Tan simple y tan complejo al mismo tiempo.
Observar es fácil. Miras centrando tu atención en un hecho determinado y tratas de llegar a alguna conclusión útil para ti.
En el caso de la pesca con mosca, como cada uno tenemos nuestra manera de lanzar, de desplazarnos por el río o de montar nuestras moscas de una determinada manera, es posible que lo que observe yo de nada te sirva a ti, y que lo que observes tú, de nada me sirva a mi.
Por eso, centrarse en la pesca con mosca, en el comportamiento de una trucha y tratar de extraer de ahí conclusiones que puedan servir de algo a una generalidad de pescadores, parece un ejercicio bastante pobre.
¿Y si nos olvidamos de las truchas y nos centramos en la naturaleza?
Yo no soy biólogo, ni etólogo. Tampoco ecólogo.
Sí he visto muchos documentales. Y he leído al respecto todo lo que he podido.
También tuve una novia bióloga durante unos 10 años. No sé si esto sirve.
El caso es que cualquiera que haya observado mínimamente como funciona la naturaleza se puede dar cuenta de que entre los depredadores hay un punto clave en su comportamiento: el oportunismo.
Ya sabes. Ave que vuela, a la cazuela.
Imagina un tiburón blanco en las costas de Sudáfrica completamente cebado a leones marinos. ¿Le haría ascos a una ballena moribunda?
Imagina un guepardo en la sabana completamente cebado a gacelas Thompson. ¿Le haría ascos a una cría de cebra?
Imagina un lobo en algún monte de Ourense completamente cebado a terneros ¿Le haría ascos a un corzo?
Y ahora, imagina al rey del oportunismo. Imagina a un zorro visitando un gallinero cada noche ¿Le haría ascos a una nidada de codornices?
Entonces, si tenemos este patrón, ¿por qué diablos llevamos décadas empeñados los pescadores con mosca en eso de que si el alimento más abundante en un momento dado son las Baetis rhodani, una trucha no va a comer una niger que se le ponga a tiro?
¿Por qué?
Quizás porque Swisher y Richards vendieron demasiados libros.
Y ahora sigamos con ese ejercicio de imaginación.
Imagina a todos los depredadores de los ejemplos anteriores. Y ahora, imagina a las presas de las que hemos hablado.
Y una cosa más: imagina que esas presas cojean.
Uff... A un lobo que vea un corzo cojeando se le ponen los ojos como a un marino fenicio recién desembarcado en el barrio rojo de Gádir después de tres meses en la mar.
La teoría de los patrones vulnerables.
Dicho esto, tenemos uno de los dos puntos clave: el oportunismo.
El otro: la vulnerabilidad.
Si queremos despertar el instinto de caza de un depredador no hay nada mejor que ponerle la comida a tiro (oportunismo) y que esa comida parezca estar en problemas (vulnerabilidad).
Quizás sea por esto por lo que en muchas ocasiones las moscas que nosotros llamamos emergentes (vete tú a saber lo que pueden parecerle a una trucha) puedan mostrarse tan efectivas.
Dijo la trucha: A ver, una cosa que parece comestible, que quizás eche a volar de un momento a otro, pero que ahora mismo está a mi alcance y parece medio atrapada en la película superficial.
Si el bajo no te juega una mala pasada y no has permitido al pez detectar tu presencia ¿qué crees que pasará?
Ave que vuela, a la cazuela.
Y más aun si no vuela y está atrapada justo en la película.
Por esto yo creo que existe una teoría de los patrones vulnerables que hace que moscas que, por su diseño, pueden asemejarse a un bichito pasando problemas, resultan muchas veces tan atractivas para los peces.
¿Y qué moscas son estas?
Pues por ejemplo:
- La IOBO Humpy.
- La F-Fly.
- Las Shuttlecock.
- La U22.
- El Quiropacomido.
- La Shimazaki ant.
Podríamos decir alguna más, pero creo que con estas vale para señalar dos aspectos que todas ellas tienen en común.
Si te fijas, todas ellas pescan justo en la superficie.
No sobre la superficie. Ni bajo la superficie.
Pescan en la superficie.
Ese era el punto en común número uno.
El número dos es que todas ellas están hechas con CDC.
Para mi, la mejor representación posible de un insecto en situación vulnerable que podemos ofrecer a un pez es una mosca montada de tal forma que pesque justo en la superficie y que esté montada con CDC.
Claro que ya decía François de la Rochefoucauld algo así como que "una de las tragedias de la vida es que una bella teoría acabe asesinada por una brutal pandilla de hechos".
Al final, es el pez el que decide, así que utiliza moscas que te inspiren confianza y seguridad a ti, y que te gusten a ti, que lo que vaya a hacer el pez, es cosa suya.