Hay productos que son tan perfectos desde el mismo momento en que se pergeñó la idea que el concepto inicial no ha necesitado de ninguna modificación a lo largo de los años y se siguen vendiendo millones y millones de unidades de ese producto año tras año. Por ejemplo: el bolígrafo Bic, la fregona, el chupa-chups...
El Buff es otro de esos inventos. Sí, se han hecho versiones con distintos materiales y con distintas funcionalidades, pero básicamente el concepto siempre ha sido el mismo.
Y en mi caso, aunque ponga mi Buff, en realidad son mis Buff, porque tengo varias de esas versiones:
1- Coolnet y UV.
2- Coolnet + UV + Antimosquitos.
3- Merino + UV.
Todos comprados aprovechando descuentos del 50% o más, eso por supuesto, ya que su precios normal me parece excesivo para lo que es, y además en tiendas como Deporvillage y similares, donde a menudo tienen muchos a mitad de precio o menos, siempre viene bien coger alguno para llegar a la cantidad mínima para que los gastos de envío sean gratuitos cuando se hace un pedido.
Al precio que están, si te da igual el color, como es mi caso, que lo mismo me da que sea negro liso, que rojo cereza que cualquier estampado estrambótico o que traiga dibujada la portada del Sticky Fingers de los Rolling Stones.
Si quieres un color y/o estampado específico, aparte de las características, igual te cuesta un poco más. Pero si te da igual todo, menos las características, es muy fácil encontrarlos por ahí a 8-9€ la pieza. Que teniendo en cuenta lo que duran y lo que aportan, es un precio más que justo.
Hay pequeñas señales cotidianas que nos van indicando que el proceso de envejecimiento va viento en popa a toda vela.
No todos tenemos las mismas señales, pero todos tenemos nuestras señales.
En mi caso, la primera, fue acompañar con un ruido cada vez que me tengo que levantar o sentar en el sofá. Una especie de quejido achacoso leve al sentarse, y un quejido de puro fastidio al levantarme.
La siguiente señal, también en mi caso, ha sido que hoy por hoy me resulta absolutamente imposible afrontar la vida sin unas Crocs. Tengo siempre el par en uso y otro a estrenar en el armario por lo que pueda pasar.
Y la tercera señal, también en mi caso, es que ya no puedo ir de pesca sin un Buff. Ni de pesca, ni por el monte ni por la ciudad sea la época que sea.
¿Y para qué quieres llevar encima un Buff en Madrid en pleno julio a 39°?
Pues para tapar la cabeza o la nuca si tengo que estar al sol o para secar el sudor si toca caminata inesperada.
¿Y en el río?
En el río el que más uso es el que es al mismo tiempo Coolnet, UV y antimosquitos.
Generalmente va alrededor del cuello sin más para secar el sudor de la nuca y proteger de picaduras, pero en caso de viento también puede servir para sujetar la gorra, en caso de sol para proteger nuca y orejas y en caso de frío para proteger boca y nariz.
Incluso en tiempo de Covid servía como mascarilla en el trayecto del coche al río cuando era obligatorio llevar mascarilla por la calle.
Es más, si estás pescando en uno de esos ríos en los que el sol siempre te está dando por el mismo lado, puede servir incluso para proteger del sol antebrazo y muñeca en el lado por el que da el sol.
Y mi función favorita: si hace mucho calor, lo mojas en el río, lo pones al cuello y entras en otro mundo, un mundo mejor. Esto no conviene hacerlo en ríos de esos en los que a veces te llega un ligero tufillo a alcantarilla o purín, ya que en ese caso no entrarías en un mundo meior, eso desde luego.
Pesa unos gramos, puede comprarse por el mismo precio que un cubata en cualquier pub de moda, duran años y sirven para mil cosas, todas buenas.
Prefiero un Buff al cubata, la verdad.