Estoy seguro de que esto no me pasa solo a mi.
Todos tenemos grabados a fuego en nuestra memoria determinados momentos relacionados con la pesca.
Y estoy casi convencido de que podré olvidar muchas cosas, pero ninguna de las que voy a contar ahora.
En mi familia había pescadores a cebo, a cucharilla y con ahogadas tradicionales. Pero ninguno a mosca. El primer recuerdo que tengo relacionado con la pesca con mosca es el de un pescador francés en el río Órbigo. Esto fue en los ochenta. Yo estaba en Carrizo pasando unos días con mis padres en el camping, porque Jesús y Belén, los vecinos de toda la vida de la casa de mis padres en Gijón, iban de camping a Carrizo muchas veces y alguna vez fuimos con ellos.
En una de esas ocasiones, yo que era un niño completamente asilvestrado, andaba por los pedregales de la orilla del río seguramente planeando alguna trastada, cuando vi a un señor que venía por el medio del río manejando una caña y una línea gorda que no había visto jamás, y eso que alguna vez había ido ya de pesca y estaba más o menos familiarizado con distintas modalidades, si bien la que me gustaba a mi de niño era la pesca a cucharilla.
Pues entre aquel señor francés y yo no pudo haber mucha comunicación, porque él apenas hablaba castellano y yo no hablaba francés, pero me enseñó una caja de moscas y me dejó fascinado.
Le fui siguiendo por la orilla durante un buen rato y recuerdo verle sacar algunas truchas.
No paré de dar la lata hasta que me compraron mis padres un equipo para pescar así.
Tampoco nunca olvidaré que la primera vez que monté aquel equipo até el trenzado que traía directamente a la línea con un nudo de cirujano, puesto que no había muchos más nudos que supiese hacer. Tampoco tenía en quién fijarme ni a quién preguntar.
El siguiente recuerdo que tengo grabado fue un programa de Jara y Sedal titulado Reos del Cantábrico. Protagonizado por Rafael del Pozo salía pescando reos en Asturias y en un momento dado, se veían cinco o seis moscas secas muy de cerca y de manera bastante nítida. En ese momento supe que quería aprender a hacer esas moscas. Ya andaba enredando con el montaje de moscas y tenía uno de aquellos equipos básicos de iniciación, pero ver aquel programa de Jara y Sedal fue el detonante definitivo.
Creo que todavía conservo la primera mosca que hice, con lana roja que había por casa para el cuerpo y colas y hackle con cuello de gallo. Es curioso como sin tener ni idea, y esto lo supe muchísimo después, la mosca que mi cerebro me empujó a hacer fue la misma, o muy similar, que la mosca más antigua que se conoce.
Tenía todos los programas en los que echaban algo de pesca a mosca en Jara y Sedal grabados en VHS. Aquel de reos del Cantábrico estoy seguro de que lo vi más de cien veces. Anda que no lo he buscado veces en Youtube por si alguien lo hubiese subido. Pero creo que fue en una de las primeras temporadas y no sé yo si después de tantos años alguien lo tendrá por ahí en formato compatible.
El tercer recuerdo que tengo grabado para siempre es el de mi primer reo. Aquel programa de Jara Y Sedal no solo me marcó en lo que al montaje de moscas se refiere, sino que fue el que me sacó de los pequeños ríos del occidente de Asturias, la zona Eo-Navia y Los Oscos, y me llevó al Narcea.
Y el reo tiene algo que no he vivido con ningún otro pez que haya pescado ni de agua dulce ni de agua salada. El reo te envenena. Yo ya estaba envenenado antes de sacar uno siquiera, así que cuando por fin pude llevar el primero a la mano, el veneno me infectó para siempre.
Creo que no he dejado de pescar a mosca en agua dulce únicamente por los reos. Si no fuera por los reos es posible que hubiese dejado de pescar a mosca hace tiempo para dedicarme solamente al spinning en agua salada, que ya he contado varias veces que me divierte más y, además, se me da mejor (sobre todo ahora que ya no veo como antes y eso para pescar a mosca cuenta mucho).
Otro recuerdo que no olvidaré fue la primera vez que acudí a Hospital de Órbigo a uno de los encuentros de Conmosca. Creo que fue el segundo que se celebró. Y a los que éramos más jóvenes nos colocaron a todos en una esquina para que nos enfrentásemos allí al cocido maragato de rigor, y uno de los compañeros de mesa dijo una frase que nunca podré olvidar: "Joder tío, esto sería la boda perfecta. Ciento cincuenta comensales y todos hablando de pesca".
Te podría seguir enumerando un montón de situaciones que sé que no voy a olvidar, pero creo que con éstas es suficiente para que se entienda lo que quiero tratar de explicar.
No importa el número de peces que hayas sacado a lo largo de tu vida, ni los lugares a los que hayas ido a pescar, ni el número de medallas que tengas si en su día decidiste ponerte a competir...
Al final, lo único que importa, son los recuerdos. Situaciones que pueden ser muy grandes o muy pequeñas, pero que sabes que han sido importantes para ti y para nadie más.
Ojalá lleguemos todos a viejos, y cuando llegue el día en el que no podamos ya salir a pescar, todavía nos funcione medio bien la cabeza para poder rememorar todos aquellos momentos que de un modo u otro, han sido importantes para cada uno de nosotros.
Eso no podrá quitárnoslo nunca nadie.