Las cosas no siempre son lo que parecen. O mejor dicho, a veces nos imaginamos una situación que en nuestra cabeza parece lo que siempre habíamos soñado, y por obra del azar un día se hace realidad y luego resulta que tampoco era para tanto.
O a lo mejor es que yo soy raro, cosa que nunca descarto.
No recuerdo el año con exactitud, pero fue en 2004 o 2005. Me salió un número cojonudo en el sorteo de cotos de Asturias y sin dudarlo ni un segundo cogí el coto de Belmonte para el día de la apertura, que al ser zona salmonera siempre caía a mediados de mayo.
Y un día en la Consejería de Medio Ambiente, en Llamaquique, en Oviedo, que me pasé a coger un sobrante para el coto de Mieres, eché un vistazo a lo que había para Belmonte ese día. A ver, aunque 2004 pueda sonar moderno, en realidad allí había unos paneles detrás del mostrador en los que estaba impreso el calendario con todos los cotos disponibles e iban tachando con bolígrafo lo que estaba ya cogido. La digitalización era un sueño lejano. El caso es que cogí mi permiso para Mieres y comprobé que para Belmonte ese día estaba todo vendido, así que supuse que tendría compañía. Tampoco esperaba otra cosa.
El tema es que la temporada fue avanzando y llegó el día esperado de pescar Belmonte con peces que, al menos legalmente, no habían sido tocados desde septiembre del año anterior. Y especifico legalmente porque tengo muy claro que el coto de Belmonte dejó de ser lo que era por el uso de artes ilegales de pesca. Yo mismo llamé al Seprona una vez para decir que había dos personas pescando con una red en un pozo de la parte baja del coto. Siempre paraba a echar un vistazo en ese pozo porque había una explanada de gravilla en la que era muy fácil orillarse con el coche y me gustaba echar un vistazo porque en ese pozo a veces se veía algún salmón. Así que de la que me iba para casa siempre paraba allí. Bueno, pues no sé quien fue el funcionario que atendió la llamada, pero me vino a decir más o menos que ya mandarían a alguien, si eso...
También me encontré muchas veces aparejos durmientes, cucharillas, aparejos de haber estado pescando a cebo... De todo. Por eso digo que estoy convencido de que esta es la causa de que desde hace ya tiempo Belmonte ya no sea lo que era.
Porque si no pudiste pescarlo en su día, es muy difícil imaginar lo que era. Pozos y tablas en tramos del río con tres o cuatro metros de ancho en las que las truchas se colocaban por capas y no cabía un pez más. Y además unas auténticas expertas en amargarte la vida. Allí quería haber visto yo a alguno de los que dicen que ellos pescan siempre con un 0.18.
Pues bien, llegó el día de la apertura y se presentó la cosa con chubascos intermitentes y frío. Y por allí no apareció nadie. No me acuerdo si se daban cuatro permisos por día, o algo así, pero el caso es que el rato que estuve pescando, no había nadie por el río. Y allí lo bueno iba desde el taller mecánico que hay cerca del tanatorio hasta el surtidor que hay a la entrada del pueblo. Bueno, de aquella no me acuerdo si estaba ya el tanatorio. No sé en qué año lo construyeron, pero sí tengo recuerdo de haber pescado Belmonte antes de que lo construyeran.
Andaba yo por aquella época flipado del todo con las emergentes de LaFontaine y recuerdo perfectamente que empecé a pescar con una hecha con la lanita gris. Y no sé si fue por la mosca, por el día medio nublado, sin viento y con lluvia a ratos o porque de aquella no era ni la décima parte de malo pescando de lo que soy ahora, pero coño, ¿qué le ha pasado a mi Belmonte de truchas imposibles que hoy cada vez que poso la mosca sube una?
Pues así estaba el día. Como decían los paisanos viejos de mi pueblo, era todo "tirar y sacar".
Alguna muy buena además, de entre 40 y 50 centímetros, que era un tamaño buenísimo para aquel río (no cuentan los monstruos que estaban siempre comiendo mierda a la salida del colector que había donde el surtidor). Y el resto en la media de allí, entre los 15 y los 25.
Pues tócate los huevos, que no pesqué el coto ni dos horas.
Solo, con algo de frío, lloviendo a ratos y con las truchas dispuestas a comerse todo a la primera... ¡Me aburrí!
Hice el tramo desde el taller mecánico al surtidor en unas dos horas y me fui para casa.
Estoy seguro de que ese habría sido el mejor día de pesca de mi vida de haberme quedado allí siete u ocho horas, pero es que aquella pesca sin la más mínima dificultad, cuando vas a un sitio precisamente porque te gusta lo difícil que era a veces pescar allí, me terminó aburriendo en apenas dos horas.
Por eso te decía que muchas veces las cosas no son lo que parecen. Yo me había imaginado un día así en Belmonte un montón de veces. Y resulta que cuando por fin aquello que había imaginado tanto tiempo se hace real, lo que pasa en realidad es que me aburre.
Fue mi segundo mayor disgusto en Belmonte. El primero fue tres o cuatro años antes, que perdí allí un día el Nokia 8210 y casi no lo supero. El mejor móvil que he tenido: sin redes sociales, sin rastreo ni publicidad constante, sin aplicaciones de vídeo, sin cámara de fotos... Esos fueron tiempos muy felices en lo que se refiere a la telefonía móvil. Lo tenías ahí por si lo necesitabas, pero no eras un esclavo del smartphone como ahora.