Recuerdo que durante un tiempo me dio por practicar lanzado en seco.
Es cierto que se dieron unas circunstancias muy especiales, ya que estaba viviendo en ese momento en una casona asturiana perdida por el occidente de Asturias y tenía a la puerta de casa un prado lo suficientemente grande como para que hiciesen allí una competición de distancia de lance.
Así que además de disfrutar del placer que supone poder salir descalzo y echar directamente al campo el primer pis de la mañana, de lo riquísimos que están los chorizos envueltos en papel albal y metidos directamente en las brasas de la cocina de leña o de la compañía de los gatos cuando les daba por estar sociables, que no era muy a menudo, también podía practicar lanzado siempre que me apeteciese.
Realmente la práctica del lanzado no tiene nada de particular. Se trata de aprenderse unos principios básicos y luego practicar y practicar hasta desarrollar memoria muscular. Lo mismo que aprender a tocar un instrumento musical o cualquier otra habilidad de este tipo en las que lo que más cuenta son las horas de práctica y la cantidad de repeticiones de los ejercicios que se lleven a cabo.
Digo esto por dos cosas.
La primera: para que quede bien claro que aprender a lanzar bien está al alcance de cualquiera que tenga la perseverancia para seguir practicando hasta conseguirlo.
Y la segunda: porque muchas veces he leído a instructores de lanzado, y especialmente a sus acólitos, hablar de la cantidad de esfuerzo, tesón y tiempo que hace falta para llegar a ese nivel.
Y lo dicen como si hubiesen sido los únicos.
Deben pensar que el que monta cientos o miles de moscas al año no ha puesto la misma cantidad de esfuerzo, empeño y tesón. O que aquellos a los que les interesa la competición y van al río siempre que pueden todo el tiempo que pueden, sacrificando incluso tiempo con la familia o los amigos, no han puesto también la misma cantidad de empeño, fuerza y tesón. O que los que se han dedicado a escribir libros en los que nos cuentan lo que han aprendido a lo largo de su vida como pescadores no han puesto el mismo empeño, trabajo y tesón. O que los que se dedican a grabar vídeos de sus salidas de pesca con, algunos con montajes de vídeo casi cien por cien profesionales, después de cargar con pesados equipos y de perder horas de pesca con tal de grabar para entretenernos a nosotros no han puesto el mismo empeño, trabajo y tesón. O que el que se echó un día la manta a la cabeza y decidió que iba a construir cañas de bambú para pescar a mosca, no ha puesto el mismo empeño, trabajo y tesón.
Por no entrar en el tema de que ponerse a practicar lanzado es la mas barata de todas estas actividades relacionadas con la pesca a mosca, ya que no hace falta más que una caña, línea y carrete y un poco de césped. Nada que ver con la inversión necesaria en equipo de grabación y edición de video o en lo que se tiene que gastar un competidor en cañas, carretes, materiales de pesca y montaje y todo lo demás para poder afrontar con unas mínimas garantías cualquier competición seria en río y/o lago.
Dicho eso, toca hacer una pequeña reflexión acerca del lanzado, y cuando su práctica puede ser contraproducente.
Y hablo de mí, y de algún caso muy cercano que he visto, porque conozco dos personas que eran excelentes pescadores, empezaron a practicar lanzado como si ninguna otra cosa importase en el mundo y ahora da gusto verlos por el río, pero pescan la décima parte de lo que pescaban antes.
Pero centrándome en mi caso, puedo decir que durante el espacio de tiempo en el que practiqué lanzado, fui peor pescador de lo que era antes de practicarlo. Es decir: sacaba menos peces.
Y esto, como decía, lo he visto en otros que de repente han sufrido una especie de epifanía, generalmente entre los 40 y los 50 años, y se han puesto a practicar lanzado del mismo modo que a otros les da por correr maratones, empezar a jugar al paddle o cualquier otra cosa, y se la toman como si ya no importase nada más que eso en sus vidas.
Malditas crisis de la mediana edad...
Pero te preguntarás "¿Por qué practicar lanzado te hacía pescar menos peces?".
Pues por una sencilla razón: iba al río a lanzar y no a pescar. A poner en práctica lo practicado sobre el césped.
Quién más y quién menos ha compartido sesión de pesca con alguno de estos que son todo siglas, MCI IFFF o algo así, y tampoco es que en ningún caso el número de peces llevados a la sacadera sea deslumbrante. Este es otro de los motivos por los que considero que practicar lanzado te hace mejor lanzador, pero no tiene por qué hacerte mejor pescador.
Y todo esto hablando de la pesca de la trucha en nuestros ríos, que luego siempre sale el listo de "pues ya verás cuando vayas a Bahamas, a ver cuánto lanzas con vientos de 60 km/h y los bonefish a veinte metros de ti" o "en Nueva Zelanda tienes que poner a 25 metros dos ninfas bien gordas con el indicador para tener opciones de pescar alguna de las gordas" o cualquier otra mamarrachada similar.
A ver, lo repito: no voy a ir.
Hay mil cosas que haría antes que gastarme miles de euros en uno de esos viajes de pesca.
Si me das a elegir entre quince días de pesca enas Seychelles y una batería Sonor Signature Bubinga Horst Link o una PRS core americana, elijo siempre la batería o la guitarra, que van a durar más de lo que me queda a mí de vida. Yo es que esos gastos de cientos o miles de euros en unos pocos días nunca los he considerado interesantes en modo alguno, cuando por el mismo dinero o menos, a veces mucho menos, me puedo comprar una caña, una guitarra, una bicicleta o lo que sea que me va a durar mucho más.
Es más, me ofreces gratis un viaje de una semana de pesca al destino que quiera del mundo o un par de carretes de mosca de mi elección, y me quedo siempre los carretes.
Salvo que pueda elegir el viaje, vender mi plaza por unos miles de euros y comprarme entonces diez carretes en lugar de los dos de la primera opción.
Siempre que escribo sobre esto se me acaban viniendo a la cabeza unos cuantos pescadores leoneses y asturianos, hombres de otra época que jamás supieron lo que era la doble tracción o un extendido, pero contaban las truchas capturadas por kilos cada vez que salían al río.
Y luego está la pregunta de siempre: ¿Para qué invertir tantas horas de práctica en el lanzado para saber quitar la línea de en medio cuando sea necesario y ganar consistencia y distancia en el lance, cuando pescando sin línea y a unos pocos metros de tí a menudo se capturan muchos más peces? Y, además, cuánto más cerca pesques, mayor probabilidad de llevar el pez a la sacadera, en menos tiempo y en mejores condiciones para la devolución.
El otro día veía un vídeo de un canal de Youtube que invita a ir de pesca de vez en cuando a alguno de esos monstruos de la pesca con mosca que todos conocemos. Famosos autores de libros vendidos en todo el mundo, guías de pesca en algunos de los mejores destinos del mundo, montadores de moscas que han creado moscas que todos hemos copiado...
Pues en uno de los capítulos invitan a un conocido guía estadounidense que ha sobrepasado ya la setentena, y que lo primero que dice es: "¿para qué voy a practicar lanzado? Cada lance que hago en el río ya estoy practicando lanzado. He pescado miles de horas y he hecho docenas de lances cada hora. No necesito ninguna práctica más para poder capturar un pez".